Nanotyrannus
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El Nanotyrannus lancensis fue un dinosaurio terópodo tiranosáurido de 6 metros de longitud y una tonelada de peso. No era el más grande de los miembros de su familia y de ahí viene su nombre, el tirano diminuto. Este pequeño tiranosaurio vivía en los espacios abiertos del territorio que hoy ocupa Norteamérica, donde pasaba la mayor parte del tiempo en busca de preas de las que alimentarse. Se extinguió a finales del período Cretácico.
Los restos fósiles del Nanotyrannus han dividido a los paleontólogos. Originalmente solo se descubrió un cráneo, y algunas características son desconcertantes: el hecho de que algunos huesos no estuvieran todavía unidos hizo que algunos paleontólogos apuntaran hacia la posibilidad de que fuera simplemente un ejemplar juvenil de Tyrannosaurus rex.
En 2001 se descubrió un ejemplar más completo. Un estudio de los anillos de crecimiento de sus huesos parece confirmar que no se trata de un Nanotyrannus adulto, sino de un ejemplar juvenil de Tyrannosaurus.
Características de Nanotyrannus
Al igual que en el caso del Tyrannosaurus rex, los ojos del Nanotyrannus miraban hacia delante, lo que significa que podía evaluar tamaños, distancias y ángulos de ataque. Podría haber permanecido al acecho, tendiendo una emboscada a sus presas.
Engullía a sus presas violentamente, ya que sus afilados dientes le permitían arrancar pedazos de carne, pero no eran adecuados para masticarlos, por lo que el Nanotyrannus ingería los alimentos enteros.
Aunque no era muy grande y su nombre puede llevar a la confusión de pensar que era diminuto, en realidad sería pequeño en su hábitat, pero no para nosotros, ya que con sus 6 metros de largo y su tonelada de peso no tendría problemas en ingerir a un humano en poco tiempo.
Sus brazos eran demasiado pequeños
Al igual que sucede con los miembros de la familia de los tiranosaurios, los brazos del Nanotyrannus eran tan cortos que no podía alcanzar con ellos su propia boca. Podría haberlos utilizado simplemente para sujetar a sus presas.

Sobre el autor: J. Carlos C. es buen conocedor de un amplio registro fósil y coleccionista de minerales, actualmente estudia química, y ha participado en varias excavaciones paleontológicas en las localidades fosilíferas del sur de Europa.