Anomalocaris
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Los Anomalocaris eran un género de criaturas marinas que pertenecieron a la familia extinta de los anomalocarídidos. Estos extraños animales existieron hace unos 525 millones de años aproximadamente y son los artrópodos de mayor tamaño del que se tiene constancia. Además, los Anomalocaris fueron probablemente el animal más letal de los mares del Período Cámbrico.
Se han hallado restos fósiles en las pizarras del esquisto de Burgess en las montañas Rocosas Canadienses, tambien en las pizarras de Chengjiang en China y finalmente en las pizarras de la Bahía Emu en Australia.
El hallazgo de una gamba misteriosa
Llevó un siglo constatar la identidad de esta gamba misteriosa con total certeza. El estudio realizado por J. F. Whiteaves de los segmentos pertenecientes a esta criatura encontrados en 1892, apuntaba hacia la posibilidad de que se tratase de alguna variedad de gamba (pensó que se había hallado una cola de langosta o langostino; de hecho, se trataba de una pata del animal).
En 1911, se encontraron fósiles de la boca, que fueron identificados como medusas primitivas. No fue hasta los años 80 cuando los paleontólogos se dieron cuenta de que se trataba de partes del mismo animal, diez veces más grande que cualquier otro ser vivo de estas características en esa época.
En los años 90 fueron identificadas varias nuevas especies, a partir de las pinzas y apéndices alimentarios encontrados en fósiles descubiertos en China.
Características del Anomalocaris
El nombre de Anomalocaris proviene del griego y significa «gamba extraña». El Anomalocaris fue un ágil y rápido nadador que acechaba a sus presas, las cuales tenían pocas posibilidades de escapar de él. Poseía un agudo sentido de la visión gracias a sus grandes ojos compuestos y tenía una serie de lóbulos que flanqueaban los laterales de su cuerpo a modo de aletas.
Su cuerpo segmentado era similar a la de los crustáceos actuales y como estos, también mudaba de piel. Presentaban un par de apéndices situados alrededor de la boca que seguramente usaban para capturar y escarbar entre los caparazones de las pequeñas presas de las que se alimentaba como eran los Trilobites.
Los dientes de su boca estaban afilados
Su boca, en forma de disco, poseía un anillo de afilados dientes que le permitían romper la concha de su probablemente alimento preferido: los trilobites. Esto lo conseguía o bien atravesando la concha directamente gracias a su mordisco, o bien agarrando y sacudiendo la concha de su presa hasta romperla.
Era un depredador especializado
Sus grandes ojos y su habilidad natatoria convertían al Anomalocaris en un formidable depredador, que flexionaba su cuerpo segmentado para propulsarse por el océano en persecución de sus presas.

Sobre el autor: Anbler J. escribe sobre animales prehistóricos y criptozoología desde su Búnker en Río negro. Actualmente estudia biología en la especialidad de Genética, le apasionan los extremófilos, la ingeniería CRISPR/Cas9 y todo el conocimiento sobre la fórmula de la vida orgánica.